Mucho ha cambiado el panorama de la sexualidad en España a lo largo de las últimas cinco décadas. Si a mediados del siglo XX nuestras madres y abuelas vivían su intimidad como una faceta más del rol femenino, estando destinadas a complacer al hombre y dar a luz a los hijos que la voluntad divina tuviese a bien enviarles, tan solo tres generaciones más tarde disfrutamos de una libertad personal y sexual que muy pocas de ellas podrían haber imaginado.
En los años ’60 -fecha en que los primeros anticonceptivos llegaron al mercado español- algunas voces conservadoras pronosticaban el apocalipsis de la vida familiar. Lejos de ser así, la píldora ha servido para que las mujeres puedan tomar el control de sus cuerpos, de su sexualidad y de su placer sin verse sometidas a la presión de hacer frente a un embarazo no siempre deseado.
La generalización de los anticonceptivos orales combinados ha marcado todo un punto y aparte en la vivencia de las relaciones personales. Cincuenta años más tarde, todavía siguen siendo todo un referente en materia de planificación familiar. La sexualidad se experimenta ahora de una forma más abierta, positiva y desinhibida. La comodidad que proporciona el contar con una protección constante gracias a la toma de una única pastilla diaria ha hecho de ésta la mejor alternativa al preservativo masculino. Y es que los tratamientos anticonceptivos sirven no solo para evitar el embarazo, sino también para regular la regla, combatir los dolores menstruales y tratar desarreglos hormonales.
A pesar de que el abanico de posibilidades que ofrece la píldora anticonceptiva es amplio, son muchas las mujeres que cada vez se interesan más por otras fórmulas alternativas en la prevención del embarazo. Algunas circunstancias pueden hacer que este método de profilaxis no se adapte a las necesidades de la persona. Ya sea porque no pueda o no desee estar sujeta a un horario fijo para tomarla, porque haya sufrido algún tipo de reacción alérgica a los ingredientes activos de las píldoras anticonceptivas o porque le resulte simplemente más práctico, cualquier mujer puede decidirse por un anticonceptivo diferente. La minipíldora es uno de ellos. A pesar de que su nombre nos recuerde a la píldora tradicional, tan solo comparte con ella sus propiedades anticonceptivas. Con una dosis menor de hormonas sintéticas (pues solo lleva progestágeno), está especialmente indicada para mujeres mayores de 35 años, fumadoras o sensibles a los estrógenos. Se recomienda también para aquéllas que se encuentren en plena fase de lactancia. A pesar de dichas ventajas, muchas mujeres siguen viendo en ella una versión reducida de la pastilla anticonceptiva de siempre.
Por eso, prefieren optar por fórmulas como los parches o el anillo anticonceptivo. ¿En qué consisten? Tal y como su propio nombre indica, el primero consiste en un adhesivo que libera dosis progresivas de progestágeno y estrogéno. Una vez colocado, permite a la mujer olvidarse de su mantenimiento hasta una semana más tarde, cuando deba ser reemplazado. El aro vaginal funciona de forma similar. Las hormonas propias de los anticonceptivos se liberan directamente en la vagina, haciendo que exista un menor riesgo de que la mujer sufra reacciones adversas. No hay que olvidar que son precisamente los efectos secundarios más frecuentes al tomar la píldora los hacen que muchas tengan recelos a la hora de optar por ella como método anticonceptivo. Gracias al parche y al anillo vaginal, las dudas pueden eliminarse de un plumazo. Y es que más allá de la píldora, sigue existiendo todo un terreno por explorar en la protección contra el embarazo.