Las grandes marcas de refrescos encontraron un verdadero filón en los refrescos “light”, hasta el punto de que gigantes como Coca-Cola ya venden prácticamente los mismos litros de su versión “light” como de su versión estándar.
Los usuarios han recibido con los brazos abiertos un producto cuya principal baza es ser bajo en azúcar. Hablando claramente, le promete al usuario el mismo sabor que el refresco tradicional, pero con muchas menos calorías. Agarrados a su deseo de experimentar ese sabor que tanto les gusta, muchos consumidores se exceden en el consumo de bebidas “light” sin pensar en su peso o en sus calorías.
Como con todo producto en auge, pronto comenzaron a surgir voces y estudios a favor y en contra del uso de bebidas light. Desde algunos sectores, caso de la Sociedad Norteamericana de Diabetes se afirmó que las bebidas light creaban un desorden cerebral que desembocaba en un aumento de peso del consumidor. Esto sucedía porque el cerebro detectaba que la persona estaba consumiendo un producto muy dulce paradójicamente bajo en calorías, creando una ansiedad que generalmente es saciada con comida. Estas reacciones se observaron sobre todo en sujetos con una alta dependencia de las bebidas refrescantes.
Por el contrario, otros estudios como el realizado por American Journal of Clinical Nutrition señalan que las bebidas refrescantes “light” no solo no engordan por sí mismas, sino que ayudan a regular la masa corporal a medio y largo plazo.
En cualquier caso, podríamos decir que las bebidas “light” son un sucedáneo de los refrescos originales, siguen siendo un producto dulce y refrescante y siguen produciendo esa sensación de llenazón en el estómago. Evidentemente, un consumo abusivo puede crear una adicción, y esa adicción sí podría verse representada en forma de desórdenes alimenticios. Es decir, no es que las bebidas “light” sean malas por sí mismas, o que realmente las bebidas “light” engorden, sino que es su consumo desmedido el que las puede convertir, potencialmente, en dañinas.
La recomendación que podemos hacer es, simplemente, no abusar. La mayoría de nutricionistas y expertos en alimentación recomiendan no consumir más de 500 cl. de refrescos sin azúcar al día e intentar no mezclar su ingesta con la de refrescos estándar. Es importante también no confundir el significado entre “light” y dietético y tener en cuenta que un refresco bajo en azúcar nunca va a ser la panacea para nuestro sobrepeso. Y, como todo en esta vida, en su justa medida.